No le gusta hablar de su edad y afirma que tampoco es un artista figureti. Por ello, toda actividad fuera del escenario prefiere mantenerla en reserva. Su carrera la ha desarrollado en Ecuador y fuera del país, donde su música, con letras sobre el amor y la traición en su mayoría, ha ganado adeptos desde hace más de 20 años. Segundo Rosero, artista originario del cantón Pimampiro, en la provincia de Imbabura, asegura que la cuarentena, por la crisis sanitaria a nivel mundial, ha paralizado al sector musical, como a otras tantas industrias.

Lima es su base de operaciones, desde donde planifica sus giras de conciertos y promociones en América Latina; sin embargo, este año se ha trasladado a Ibarra, con su familia, para guardar el aislamiento respectivo mientras hallaba la forma de reinventarse junto con las quince personas que integran su staff de producción, entre músicos y sonidistas de distintos países.

Un mes después del encierro (como denomina a la cuarentena), Rosero comenzó a planificar un espectáculo que aunque estaba previsto en primera instancia en mayo, se realizará el sábado el 20 de junio. Maestro de la vida, homenaje al padre es el concierto que pondrá en el escenario (vacío en esta ocasión) a Rosero y Rockola Fina. Una transmisión online en vivo, con público interesado en siete países, a la que se podrá acceder a través de la plataforma www.venti.com.ec, en la sección eventos, y que costará 7 dólares.

“Cuando se acabe todo esto, para todo el mundo va a haber apertura menos para los artistas, porque nuestro trabajo es con público y, según dicen, tal vez hasta el próximo año no se va a abrir la congregación de personas”, recalca el intérprete de temas como Vagabundo, Borracho y loco y 17 años.

Esta pausa obligada en su carrera artística, revela, lo ha llevado tanto a él como a sus músicos a retomar sus profesiones alternas. “Yo soy chofer profesional, tengo licencia de primera, porque antes de ser famoso yo era trailero, manejaba camiones. Ahora estoy pensando en vender la buseta de lujo que tengo y comprarme un camión. Mis músicos otros están dedicados al taxi, otros panaderos, otro va a sembrar papas en Nariño, otro es pescador en Santa Elena”, dice.

Rosero, quien tiene siete hijas, refiere también que este tiempo “ha bajoneado moralmente a los artistas”, por la distancia no solo de los conciertos, sino de su público.

“Esto es como si a un pajarito le hubieran cortado las alas, nosotros estamos enseñados a viajar, a estar en los escenarios, este es nuestro trabajo y de repente estamos encerrados. Nosotros no tenemos ningún tipo de ayuda. Nuestra vida es el escenario, nuestra vida es tocar, el público, y ahora estamos en nada, estamos en cero”, manifiesta. Asegura que la tecnología será su aliada para el espectáculo por el Día del Padre que harán en un teatro quiteño.

Mientras tanto, ensayarán en su casa en Ibarra. “La única diferencia esta vez es que nuestro público estará cómodo en su casa, adquirirán su pin con anterioridad y podrán invitar a su familia y amigos mientras escuchan nuestra música y que estará segmentando también con canciones a la madre y con mis clásicos éxitos”, señala.

Rosero recalca que no solo compone canciones puñaleras o rocoleras, también ha escrito temas para iglesias y otras que invitan a la reflexión, y admite que aunque recibió varias propuestas para participar en videos musicales desde casa, declinó en casi todas, excepto en una colaboración con La Toquilla y Marqués. Ansioso por ese reencuentro en el escenario, donde asegura que va a llorar por la emoción, aunque el futuro aún no sea claro, recalca que de la música no se retira porque Dios le dio este don. “La música vivirá y morirá conmigo”.

En Perú tiene fundación que ayuda con alimentos a personas desvalidas. (E)

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